lunes, 31 de mayo de 2010

La ballena va llena






Martes, 25 de mayo de 2010

CULTURA › LAS INTERVENCIONES DEL COLECTIVO ESTRELLA DEL ORIENTE

“Buscamos correr la frontera del arte”

El grupo formado por Juan Carlos Capurro, Pedro Roth, Daniel Santoro, Juan “Tata” Cedrón y Marcelo Céspedes logró un “pasaje” peculiar: de seres humanos a objetos de arte. Critica la naturalización de las instituciones como legitimadoras de productos artísticos.

Por Facundo Gari

EO fue invitado por el Museo Histórico de Budapest a realizar una instalación el próximo 16 de junio.

Cuando el Círculo Social Artístico Deportivo y Cultural Estrella del Oriente (EO) –conformado por los artistas plásticos Juan Carlos Capurro, Pedro Roth y Daniel Santoro, el músico Juan “Tata” Cedrón y el cineasta Marcelo Céspedes– presentó el tercer número de la revista epónima (que se puede descargar en www.estrelladeloriente.com) el año pasado en el Centro Cultural Recoleta (CCR), la puesta tenía los dotes de una stand up comedy: los cinco integrantes del colectivo intentaban explicar el proyecto “La ballena va llena” ante un auditorio repleto que no paraba de leer cada intervención como un chascarrillo bienaventurado. Si ellos alegaban tener intenciones de construir un enorme crucero con forma de ballena en el interior del cual las personas realizarían un “pasaje” de seres humanos a obras de arte, los asistentes largaban una carcajada. Si luego narraban sus consultas en las principales bienales y museos del mundo para obtener el presupuesto de 108 mil millones dólares que materializaría la idea, las señoras aullaban y los señores resoplaban. Tal vez éstos hayan regresado felices por el show, acaso los expositores un tanto afligidos.

No obstante, el candor de ese encuentro no obnubiló a EO y, a fines de 2009, volvió a la carga para presentar la fotonovela Cómo el CAYC nos cambió la cabeza, prueba inobjetable de que la transformación es posible. En el docudrama se puede ver al quinteto en una peluquería situada en el otrora Centro de Arte y Comunicación, corazón porteño de la vanguardia artística de antaño. La alquimia hace su parte, y las cabelleras de colores demuestran que ya no son solamente seres humanos, sino además objetos de arte. Durante la proyección, nuevamente las risas poblaron el auditorio. Pero, como dicen, quien ríe último lo hace mejor. Es que EO fue invitado por el Museo Histórico de Budapest, en Hungría, a realizar una instalación el próximo 16 de junio, jornada que quedará plasmada en un audiovisual que después se exhibirá en el CCR.

Pero, ¿en qué consiste en rigor la cruzada de este colectivo de artistas? “En 2007, vimos la necesidad de sacar una revista ante una situación de absoluta desorientación en el campo del arte y, de hacerlo para indagar sobre los alcances del debate en torno a las dificultades para poder determinar qué es arte”, arranca Capurro en una charla con Página/12. Entonces, comenzaron las reuniones matinales en la confitería Lorea, en Congreso: primero entre éste, Roth y Santoro y, luego, con las incorporaciones de Cedrón, Céspedes y Rubén “Nano” Herrera, periodista de jazz fallecido en abril del año pasado. “Con el correr de los números, maduramos la idea de las migraciones humanas como el tema de este siglo –secunda Santoro–. Por otra parte, siempre esbozamos los límites del mundo del arte, hasta dónde llega su capacidad de homologación, que actualmente está en las instituciones artísticas. Combinando el problema de las migraciones y el de la capacidad de la institución para homologar obras de arte, surgió la idea de ‘La ballena...’, esta suerte de gran máquina homologadora que es en sí la institución de las artes”. En resumidas cuentas, lo que el quinteto critica es la naturalización de las instituciones como legitimadoras y estatutarias de los productos artísticos. No en tanto “prejuicio”, porque los cinco se muestran a favor de una “libertad artística absoluta”, pero si el parisino Puente Nuevo cubierto en tela de Christo y Jeanne-Claude, el tiburón disecado de Damien Hirst o la Mierda de artista enlatada de Piero Manzoni son consideradas obras de arte, ¿por qué no podría serlo una persona, involucrada en una ceremonia “poética” sobre la superficie del barco, bajo una gran réplica del mingitorio de Marcel Duchamp, como muestran los croquis del barco?

Santoro lo explica: “En la parte de arriba, la nave tiene un gigantesco mingitorio que simboliza esa apertura del mundo del arte del siglo XX que fue cuando Duchamp dijo que cualquier cosa podía ser arte. Con su mingitorio en una sala de exposiciones, dio una vuelta de campana a la idea de belleza y a otras preconcebidas. A partir de ese gesto, estamos habilitados para poner en una sala de un museo diversas cosas. A nosotros se nos ocurre poner migrantes”. Lo que significa, además, una nueva réplica al estatismo del objeto de arte: “Las migraciones humanas podrían ser usadas como una especie de acción artística permanente”, añade. “Además, buscamos correr la frontera del arte a un espacio absolutamente inconquistado, ampliar lo que llaman el concepto ampliado de la obra de arte a un espacio mucho mayor y sacarlo del objeto intermediario para ponerlo en la gente”, desliza Roth. En la misma sintonía, Capurro subraya que “‘La ballena...’ lleva hasta su punto máximo el qué puede ser arte, que es el ser humano”. Y esa cumbre puede ser lo más bonito o lo menos, según las variables que se analicen. “Vivimos una época en la que al ser humano se lo expulsa, maltrata, excluye o eleva a categorías deificadas”, opina Capurro, y lo contrasta con las legislaciones a propósito del patrimonio artístico de la Comunidad Europea, Naciones Unidas y Estados Unidos, “protectoras en un grado superlativo, nunca antes conocido. Hay enormes protecciones, grandes presupuestos, en primer lugar del Estado, pero también de las grandes fundaciones y empresas multinacionales, que producen enormes flujos de dinero. Como contrapartida, los Estados y las empresas dicen no poder absorber a los migrantes porque no hay medios materiales”.

Basta caer en la cuenta del déficit habitacional que afecta a casi tres millones de familias argentinas, según reconoce el gobierno nacional, y compararlo con el dinero destinado por las instituciones artísticas de todo el mundo para incrementar sus lugares. “Estamos haciendo una serie de gráficos en donde vemos que en poco más de veinte años se incrementarán en más de un 500 por ciento las superficies habilitadas de los museos para salas de exposición. Nosotros le damos una vuelta de tuerca a la cuestión y confrontamos a los migrantes, que desde el punto de vista de lo humano son rechazados, con el mundo del arte, donde serían incorporados patrimonialmente a los museos. Queremos plantearle al mundo del arte una encrucijada”, asevera Capurro. “Todo el mercado del arte argentino en un año cuesta menos dinero que el Desnudo, hojas verdes y busto de Picasso que se acaba de vender. La diferencia es tremenda”, lamenta Roth.

En el siglo XX, las migraciones fueron retratadas por diversos movimientos artísticos: Xul Solar desde el imaginario fantástico y exótico, Berni a través del surrealismo y luego del expresionismo, Lasar Segal mediante una estética neorromántica. Y mientras algunos hicieron hincapié en el viaje como trascendencia desde lo onírico, hubo quienes ofrecieron un talante político más claro (el arquetipo de inmigrante abstraído y melancólico en una cubierta de barco). “El arte político toma el tema de las migraciones y generalmente expone las barcas que los migrantes utilizan para ir a EE.UU. o para cruzar el Mediterráneo, naves con tono culposo, puestas como tributo, como ‘miren cómo trabajamos con las necesidades humanas’. Queremos dar vuelta eso y poner a los migrantes como obras de arte”, enfatiza Santoro. Para éste, el proyecto hace que el “viejo sueño” del arte como herramienta de cambio se vuelva palpable: “Esta sería una acción artística de proporciones bíblicas”. Enseguida, Capurro sale al cruce para aclarar que EO no hace “arte político”. “Si el arte hace política no es arte. Uno puede hacer panfletos o lo que quiera. Pero para nosotros lo que permite producir la alquimia es la poesía. Porque quien quiere luchar por un mundo distinto está soñando, y eso es un migrante”, zanja. “Estamos contra el panfleto. Pondría una frase de (Raúl González) Tuñón que dice que la realidad está llena de poesía que aún no ha sido escrita. La realidad es un hecho político, pero también es poesía”, asiste Cedrón.

Ya cuando Roth alega que EO quiere sentarse a la “gran mesa de los que homologan el arte”, una pincelada trae a los perros jugando al poker de Cassius Marcellus Coolidge, pero con los popes del mercado de la estética en lugar de los canes. “No queremos ser globalizados, queremos globalizar. Salir del rol al que nos empujan, que consiste en ser ‘étnicos’ y en dejar que ‘ellos’ laburen sobre nuestras obras para “transformarlas en arte”, como Los Beatles agarraron el rock norteamericano y lo transformaron en el gran rock que todo el mundo aceptó”, compara. “El mundo del arte está controlado como nunca por grandes capitales financieros, grandes museos contemporáneos que manejan cifras enormes. Y hay gente que, ante la situación de crisis económica mundial, usa como último refugio de su capital, también y no sólo, un tiburón que se descompone, como el de Hirst. Nosotros irrumpimos y nos preguntamos: ¿el ser humano dónde queda? ¿Y quién está más deshumanizado que el migrante, que es aquel que tiene el sueño más alto y que se le niega?”, pregunta Capurro. “Queremos ser parte de la gran mesa”, repite finalmente Roth.

LINK: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/17-18072-2010-05-25.html

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